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Otoño en Aragón: setas y ciervos en un mismo viaje

01.10.2025

El calendario marca septiembre y octubre, y en Aragón eso significa dos cosas: el suelo del bosque se llena de tesoros micológicos y el aire se estremece con el eco de la berrea. Un mismo territorio concentra dos experiencias que hacen que el otoño sea una estación viva, intensa y casi mágica.

1.Bosques con sabor: turismo micológico en Aragón

Quien se adentra en los pinares y hayedos aragoneses sabe que cada paseo puede terminar con una cesta llena de colores y aromas. Los boletus, los níscalos y los rebozuelos forman parte de un patrimonio gastronómico de cada comarca.

En el Pirineo, los valles de Hecho y Benasque se convierten en auténticos escenarios micológicos. Allí, los robellones crecen bajo los pinos como si esperaran al caminante.

La Sierra de Albarracín, en Teruel, es famosa por sus jornadas en torno al níscalo, donde el paseo entre sabinas se combina con platos tradicionales.

El Moncayo, con su mezcla de hayedos y pinares, es un espacio en el que las amanitas cesáreas y los boletus forman parte del paisaje otoñal tanto como las hojas rojizas que cubren el suelo.

No se trata solo de llenar la cesta: guías locales organizan rutas interpretativas, pueblos como Ayerbe o Bronchales celebran encuentros micológicos y la cocina convierte cada especie en recetas que saben a tierra y tradición.

2.El rugido del monte: la berrea del ciervo

Mientras los suelos regalan setas, las montañas aragonesas se llenan de sonidos graves que resuenan en el silencio del amanecer. La berrea del ciervo es un espectáculo natural que atrapa a quien lo presencia por primera vez: machos que miden fuerzas con bramidos, carreras entre claros del bosque y un ambiente cargado de energía salvaje.

En el Parque Natural del Moncayo, los senderos que parten de Agramonte permiten escuchar los bramidos con nitidez.

En la Sierra de Albarracín y Montes Universales, los ciervos se dejan ver en claros y praderas, convirtiendo las primeras horas del día en un regalo para quienes madrugan.

En el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, la berrea se une a paisajes de alta montaña, donde cada eco multiplica la intensidad de la experiencia.

Muchos municipios y empresas rurales organizan salidas al amanecer o al caer la tarde, con puntos de observación seguros y guías que ayudan a entender el comportamiento de los animales. Incluso hay talleres de fotografía para quienes quieren llevarse en la cámara algo más que un recuerdo.

3.Consejos para una escapada completa

Respeto absoluto: tanto en la recolección de setas como en la berrea, la sostenibilidad es la clave. Solo recoger lo que se conoce y mantener la distancia con los animales.

Calendario flexible: la meteorología marca el ritmo de las setas y de los ciervos, por lo que conviene informarse en las oficinas de turismo locales antes de salir.

Alojarse en el entorno: casas rurales en Albarracín, hoteles familiares en Jaca o pequeños hostales en Tarazona permiten vivir la experiencia con calma y apoyar al territorio.

Aragón en otoño: dos razones para volver al monte

Entre las cestas llenas de setas y los bramidos que recorren las sierras, Aragón en otoño se convierte en un lugar donde la naturaleza dicta la agenda. Un viaje en el que se come bien, se respira mejor y se guarda en la memoria.

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